Resulta desagradablemente
insultante cómo estamos sometidos a los poderes fácticos que gobiernan nuestras
vidas, el uso que dejamos que hagan de
ellas y el abuso que ellos dirigen. Sin ir más lejos, la mayoría de nosotras,
las jóvenes, nos levantamos y no tenemos que ir a trabajar. ¿Nos han despedido?
No, bueno, ya no creo que se pueda hablar en esos términos.
Mi profesión es la de profesora, aunque
prácticamente da igual a lo que te dediques si tienes menos de 30 años. ¿Tengo
estabilidad laboral, y por lo tanto ingresos estables? No. ¿Tengo gastos
estables? Sí, todos. ¿Cómo sobrevivir? Nuestra facultad de autogobierno y
emancipación está sometida a los intereses del mercado.
Me centro en el ámbito laboral,
por tirar de uno de los miles de hilos a los que estamos sometidos, para intentar mostrar esas relaciones de poder
que apuntaba más arriba. Nuestras vidas transcurren entre diferentes empresas,
que nos dan horas de trabajo a la semana en función de su demanda ¿Y la
nuestra, nuestra demanda? ¿Sabéis lo importante que es para un profesor tener
estabilidad laboral para poder formarse, investigar y desarrollarse
profesionalmente? ¿Y comer? La reforma laboral no es más que la expresión de
una premeditada relación que canaliza y favorece, desmesurada e interesadamente, al sector más salvaje de la
economía: el libre-mercado, materializado en la empresa. Las facilidades para
el despido aumentan. La flexibilidad geográfica y horaria se dilata hasta el
punto de no permitir que los individuos tengamos estabilidad personal fuera de
nuestros trabajos. No podemos proyectarnos a largo plazo y no digamos ya si
pensamos independizarnos. La precariedad es entonces cuando más agresiva se
vuelve. Sin lugar a dudas, esto es una
guerra, no al estilo tradicional, sino al estilo capitalista, esto es,
financiera, pero los efectos son los mismos, la destrucción de la población. En
las guerras convencionales la población moría relativamente rápido, ahora el
dolor se hipoteca hasta nuestra vejez,
¡es mucho más rentable!
La reforma laboral se torna tan
destructiva que los efectos que ella produce se pueden percibir, como los de un
terremoto, en todos los ámbitos. Resulta que si no tenemos garantizado el
trabajo, no podemos alquilar una vivienda, por tanto no podemos
independizarnos, por tanto no podemos desarrollarnos y esta cadena de efectos
llega en uno de sus múltiples eslabones a hacer que yo esté aquí y ahora,
escribiendo esto, resignada, sin trabajo, sin proyectos a largo plazo (sueños
sí que tengo, pero los sueños, sueños son), frustrada y con una losa de
impotencia inaguantable.
Desde las grandes empresa-medios hasta los tribunales
de justicia, hemos establecido un
sistema de dominación fluctuante y capaz de absorber cualquier intento de
desobediencia para relanzarlo al ámbito social “depurado” o “excluido y
marcado”. Depurar es fácil, un contrato de trabajo, una hipoteca concedida, una
letra de un coche… y ya tienes algo que perder, aunque en la mayoría de nuestros
casos lo que perdemos es mierda, no sé por qué nos agarramos a ella con tanta
fuerza… así nos pasa, que estamos de mierda hasta el cuello. La exclusión es la
de siempre: paro, miseria, marginación y encarcelamiento. Sin lugar a dudas, la sutil red de dominación ha sido creada
bajo nuestra atónita mirada y bajo nuestra responsabilidad, la de todas. Hemos
mirado hacia otro lado cuando teníamos que habernos implicado. Ahora, hoy, sin
embargo, nadie es inocente, el sistema se asienta sobre nuestros actos más
cotidianos y desde ahí es desde donde tenemos que revolucionar. Cada acto
concreto, individual puede desencadenar efectos que contagien al resto, a tus
amigas, vecinas, profesoras… Desde los gestos aparentemente más insignificantes,
como hablar de política en el supermercado o el comunitarismo que experimentas
con tus compañeras de piso, hasta las más firmes y leales relaciones que
experimentamos con nuestras compañeras de trabajo.
Por todo ello, estas letras
tienen que servir, al menos, para tres reflexiones y sus consecutivas acciones: analiza críticamente tu situación y
desvélate las relaciones que definen tu posición actual (trabajo, familia,
paro, banco…). Transforma todas las relaciones que estén en tus manos, y para
las relaciones que te sobrepasen…, únete, busca y encuentra gente como tú, ¡¡organizaos!!
Por último, piensa sobre todo lo anterior y sal a la calle este 12 de Mayo,
recupera el espacio usurpado por los intereses financieros de una minoría y
gobernemos nuestras vidas, de una vez por todas, para todas.
Digna Hurtada, miembra del Comité
Spinozista. Baila, baila, baila!!!
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