miércoles, 15 de mayo de 2013

Aniversario del 15M. Inmortalidad mutante de un virus mortal para el sistema.




El 15M de 2011 hubo una reacción espontánea y generalizada de indignación popular que expresaba mediante acciones de ocupación de plazas su rechazo y no reconocimiento de las instituciones constituidas que se arrogan la soberanía política. Fue un movimiento incontenible de una multitud aprisionada por los canales de neutralización y apropiación de lo político al servicio de las clases oligárquicas dominantes herederas del franquismo. Su mayor virtud fue la politización de amplias capas de la población y la generación de un discurso hegemónico que desplazaba el antagonismo político del espacio-espectáculo de la representación política tradicional hacia el poder constituyente y creativo en las calles. El 15M fue el comienzo de la creación de espacios autónomos para la reflexión, reconocimiento, y acción políticas, más allá de los aparatos de gestión del sometimiento y la separación que antes atrapaban todas las miradas, todos los intereses, y neutralizaban todas las acciones de las masas.

 Pero el 15M no debe fetichizarse. Muchas asambleas del 15M han continuado, mal que bien, con bastantes menos asistentes que al comienzo, y se perpetúan con discusiones que no van vinculadas a acciones prácticas directas. Realmente, el 15M ha cambiado de lugar, o mejor dicho, el espíritu que dio vida al 15M (la multitud libre que adopta sus propios canales de expresión y acción más allá de los poderes constituidos-cosificados) cambia de lugar, se metamorfosea, estableciendo un juego de contrapoderes que no se deja atrapar. Aunque el aniversario fuese menos numeroso, aunque las asambleas sean menos numerosas y se eternicen en discusiones que no desembocan en prácticas políticas contundentes, aunque en algunos casos se hayan convertido en un pequeño círculo de activistas-amigos sin proyección al exterior… el 15M existe más allá de ese pequeño ámbito de realidad que son las asambleas. Pues el 15M es un movimiento destituyente generalizado que como tal, no es cosificable ni adscribible a un lugar preciso y demarcado. El 15M trasciende toda cosificación o fetichización porque no es una cosa, sino una relación. Una relación de creación de contrapoder al dominio de clase, de desobediencia, de impugnación generalizada del sistema. Por eso, el 15M no sólo no ha muerto sino que ha crecido en fuerza y potencia, y lo ha hecho a través de las mareas, de la PAH, de las candidaturas locales populares, y sobre todo, crece cada día que pasa y menos gente se reconoce en los principales medios políticos, económicos, y mediáticos, que configuraban el reconocimiento de la mayoría de la población, y ya no se identifican con ellos.
Sin embargo, hay mucha gente preocupada con el fenómeno local de las asambleas, con que desaparezca, con que muera. No se dan cuenta de que aquello sólo fue un fenómeno expresivo temporal, que pronto o tarde el poder destituyente desatado contagiará los centros de trabajo, como ya ha hecho en algunas instituciones públicas, que penetrará en los medios de información, y que incluso fluirá al corazón mismo de las instituciones políticas oficiales para reventarlas desde dentro. Es una experiencia que han hecho las nuevas fuerzas hegemónicas de la izquierda latinoamericana desde el zapatismo hasta la revolución bolivariana de Hugo Chávez: avanzar lentamente, penetrar en los intersticios del poder para descomponerlo y liberar la potencia de las mayorías sociales. Afirmaba un diputado poeta del primer partido chavista -el Movimiento Quinta República- hace unos años que, aunque en aquel momento no controlaran los aparatos de Estado hasta el punto de que quedaron impunes varios de los promotores del golpe de 2002, el proceso de transformación seguía avanzando en la sociedad civil y en el Estado, lentamente. Resumía la situación afirmando: "sabemos tener paciencia: somos un virus". El virus del 15M sigue avanzando, actuando sobre el ADN de nuestra maltrecha sociedad y modificándolo. Quien piensa que el 15M ha desaparecido tiene algo de razón, pues es menos visible que cuando ocupaba las plazas hace dos años, pero quien diga que no existe se equivoca, pues el 15M pervive en los efectos que produce.  Quien con tristeza -o en algunos casos con alivio- declara acabado al 15M no se da cuenta de que las asambleas callejeras ahora parcialmente muertas volverán en otro momento, con mas fuerza y conciencia de lo que fueron, materializando una articulación de resistencia de clase y  autonomía popular. Pero para que esto ocurra el movimiento destituyente tiene que librarse de las fantasías de una conciencia que piensa lineal y cuantitativamente, y que aspira al crecimiento homogéneo desde espacios sustancializados. El 15M es un movimiento vital generalizado, una pulsión de resistencia sin forma que danza a su capricho sin preocuparle las fantasías de nuestras tristes conciencias individuales. Conviene que observemos el movimiento con inteligencia y aprendamos con él, a no fetichizarnos, a estar dispuestos a transmutar y luchar contra el poder como si de una danza se tratase. No fetichicemos, pues, al 15M.